martes, 14 de diciembre de 2010

Crónica de la Gala de entrega de los Premios "Mercuriales de Plata"

Mercuriales de plata

Alrededor de las 21:00 de la agradable noche sevillana del 11 de diciembre (el dios Mercurio nos había procurado una temperatura idónea para el acto), los señores mercuriales comenzaron a llegar al Hotel Las Casas del Rey de Baeza, en la calle Santiago. Para la ocasión, tras las oportunas gestiones de Amelia, el Hotel nos había preparado una zona dividida en tres partes: el "Salón de juegos", en el que se había dispuesto el mobiliario adecuado para la entrega de los premios, la "Biblioteca" (declarada -de forma un tanto alegal- zona de consumo de labores de tabaco) y la antesala de la misma; en estas dos últimas dependencias tuvo lugar el cóctel posterior a la entrega de los premios.
Entre los presentes, cabe destacar la elegancia generalizada de los mercuriales y, especialmente, de sus acompañantes, todas bellísimas; con su presencia y conversación la velada ganó muchos enteros.
Raquel, Esther, Maribel y Eva

Entre los caballeros primó la media etiqueta rebajada; la mayoría optó por chaqueta y corbata, aunque hubo también cuellos vueltos y chaquetas sin corbata. Ramón Simón, que había amenazado con acudir ora vestido de pirata, ora desnudo, acudió con un elegante terno azul marino y corbata a juego.Maribel, José Manuel, Lorenzo, Jesús, Ramón y José María

Con unos quince minutos de retraso con respecto al horario previsto, José Manuel Gómez Fernández comenzó con la presentación del acto, en la que hizo una glosa sobre la fundación de la Tertulia y expuso sus convicciones acerca de la vigencia hoy día de la tertulia literaria. A continuación, cedió la palabra a Juan Antonio González Romano, para que éste, a su vez, presentase al primero de los homenajeados, Antonio García Barbeito.
Antonio García Barbeito recoge el premio de manos de Juan Antonio

Tras recoger su premio, Antonio García Barbeito, muy agradecido, improvisó un discurso con las dosis justas de humor, profundidad y ternura, que dejó encantados a todos los asistentes. Comentó sus inicios en el campo, su pasión por jugar con la palabra, sus recelos iniciales al estar ante un grupo de profesores (cuando él siempre les tuvo un miedo ancestral), su labor en los medios de comunicación, excusa, afirmó, para poder escribir, que es su auténtica pasión. Sus palabras fueron ampliamente aplaudidas, con todo merecimiento.
Alonso, Julio, Jesús y Juan Antonio, escuchando a García Barbeito

A continuación, José Manuel Gómez cedió la palabra a José María Jurado para la presenatción del segundo de los galardonados, que mandó como representación a Antonio Gordo, al no poder acudir personalmente al acto. José María convocó al maestro Morante por medio de su discurso.

Carlos Gordo

Para finalizar el acto, José Manuel volvió a tomar la palabra; al parecer, dejó caer algo acerca de su cargo de mantenedor, pero ninguno de los presentes nos dimos por enterados. Ni nos daremos.
El dibujante Pablo Pámpano hizo entrega de sendos cuadros a los premiados y, tras esta entrega, comenzó el cóctel.
Cuadro de Pablo Pámpano, retrato del maestro Morante

Cerca de dos horas duró la tertulia posterior, con corrillos a cuál más interesante, especialmente los protagonizados por el premiado, Antonio García Barbeito, que hizo en todo momento gala de su generosidad, su cercanía, su inteligencia, su memoria poética, su personalísima voz.
Confidencias líricas: Antonio, Jesús, Fernando

Se comprometió a asistir a próximas tertulias e incluso -no sabes, Antonio, dónde te metes- a invitar a un cocido en su casa de Aznalcázar. Hay que destacar, igualmente, la amabilidad y simpatía de Mari Carmen, la mujer del homenajeado.
Antonio y Mari Carmen

Pasada la medianoche, fuimos abandonando el hotel, algunos camino de sus casas, los más en dirección al Louvre, cercano bar de copas donde se prolongó la charla durante casi un par de horas más.
Todo contribuyó a que la velada resultase impecable: la temperatura ambiente, la temperatura humana, la cordialidad reinante, el lugar (entre solemne e íntimo).
Pecaría de incompleta esta crónica si no mencionásemos los exquisitos manjares que nos prepararon, extraordinarios de ser cierta la máxima gracianesca de lo bueno, si breve, dos veces bueno. Hasta cinco veces bueno, diría yo. Ayer fue la demostración de cómo es posible adelgazar acudiendo a actos sociales.
Nada enturbió la noche. Lamentamos la ausencia de algún mercurial (José Miguel, que sea la última vez; Javier, estuviste presente en nuestros pensamientos), del mismo modo que alguno que otro lamentará, probablemente, no haber acudido a escuchar lo que allí se dijo. El conjunto de la noche fue, como queda dicho, difícilmente mejorable.

Foto de familia

Autor de las fotos, Toi del Junco.
Gracias, Toi.

Aquí, las palabras de José Manuel Gómez, el mantenedor.
Aquí, las palabras de Juan Antonio González, el secretario.
Aquí, las palabras de José María Jurado, el censor.
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lunes, 13 de diciembre de 2010

Discurso de presentación de la Gala "Mercuriales de Plata", por José Manuel Gómez Fernández

Señores premiados, señoras y señores mercuriales, invitados todos:
Mi nombre es José Manuel Gómez Fernández, Mantenedor de la tertulia literaria Los Mercuriales. Antes que nada, quiero agradecerles que hayan reservado la noche de hoy para acudir a esta tertulia extraordinaria en la que vamos a hacer entrega de los Premios Mercuriales de Plata, acto que espero sea de su agrado.
El Arte es como el sol; no hay uno para los pobres y otro para los ricos. Día llegará en que, como el sol también, su luz llegue por igual a todos; entretanto no se hable de arte barato, arte caro, arte grande y arte chico, porque el arte es o no es; no se falsifica con nada. Estas palabras del premio Nobel de Literatura de 1922, el español Jacinto Benavente, publicadas hace exactamente un siglo en la primera serie de sus interesantísimas crónicas de época tituladas De Sobremesa, pienso que cobran plena vigencia en el momento en que nos encontramos.
La cuestión que plantean inmediatamente las ideas de Benavente es ¿qué consideramos como arte? Sin duda, una modalidad artística apenas practicada en la actualidad es la de la tertulia literaria, espacio para la charla amena y seria sin las urgencias de la implacable prisa que tanto nos esclaviza.
La nuestra comenzó con un encuentro casual en la calle: el del ínclito profesor y escritor Jesús Cotta Lobato con el que les habla (aunque más que un encuentro fue un asalto por mi parte) una tarde de primavera del año 2008. Yo había conocido meses antes a Jesús virtualmente por una intervención suya en televisión en la que había presentado su ya famoso Topicario. En la fecha de nuestro encuentro (de mi asalto) estaba preparando la publicación de su blog (Los días de mis noches). Después ha sacado a la luz otros libros: la novela Las vírgenes prudentes, el poemario A merced de los pájaros, la antología de entradas de su blog titulada Apuntes y fuegos y el ensayo Ulises y las sirenas. En aquella época me rondaba ya la idea de establecer una tertulia de literatos de periodicidad mensual, y aquel encuentro me dio pie a proponérsela. Justo entonces contacté con el Ingeniero de Telecomunicaciones y poeta José María Jurado, actual Censor de la tertulia (autor de los libros Plaza de Toros y La memoria frágil y de las bitácoras La columna toscana y La gran temporada –esta última escrita en colaboración con Lorenzo Clemente-). Un servidor de ustedes sabía ya de los trabajos literarios de José María y no tuvo dudas al contar con él, y todo ello a raíz de otro encuentro casual (o quizás causal) con su mujer, Rocío, en una librería de nuestra ciudad.
Y empezamos así a rodar la tarde del 19 de junio de 2008 (si no me salen mal las cuentas). Jesús, José María, José Manuel… No estaba mal para empezar. Tres jotas iniciales de nuestros nombres, pero faltaban más jotas que se irían sumando a la iniciativa: la del profesor y escritor Juan Antonio González Romano, nuestro Secretario (autor del libro de poemas Señales de vida y del blog Ah de la vida, del que ha publicado recientemente en papel una antología titulada Alguien me responde); la del también profesor y escritor José Miguel Ridao (autor del blog Por estos andurriales, del cual ha salido para la imprenta su libro Blogueína)… Ya iban cinco jotas, un número perfecto, como el del jamón famoso de Jabugo. Pero faltaban más: el actual Director de Secundaria del Colegio Portaceli, Julio Ariza (con un libro actualmente en prensa y autor del blog Las hojas del roble), el escritor y editor Javier Sánchez (La vida al filo de la espada es el nombre de su bitácora), el crítico y profesor de secundaria y universidad José Manuel Rico, el editor Jabo Pizarroso… La lista de correo de este mantenedor (o mejor, pesao de manteneó) se llenó de nombres que empezaban por la letra jota. Más que Los Mercuriales nos debíamos haber llamado Los Joteros (o Los Jartibles de la Jota).
Pero, ¡oh, sorpresas del abecedario!, siguió aumentando la nómina de mercuriales y, en consecuencia, dimos entrada a otras letras: Ildefonso (o Alonso) Coca (escritor y profesor, responsable del blog Miradme al menos), Ricardo Arjona, Manolo Haro, el también profesor y escritor Alejandro Muñoz (otro bloguero indesmayable desde las páginas de Desde mi ventana), Aurora Pimentel (de cuyo blog, Máster en Nubes, ha editado una antología titulada Fernanda, las magnolias y el rey mago), el profesor Fernando Moral (creador del blog Vacío interior), el poeta y fotógrafo Ramón Simón (autor del poemario Sombras pequeñas y del blog del mismo nombre), el editor, escritor y traductor Antonio Rivero Taravillo (publicador del blog Fuego con nieve), el editor Diego Vaya, el fotógrafo Antonio del Junco (Toi)… Y lo malo (o lo bueno) era que casi todos los que entraban en la tertulia se quedaban, con lo que aquello se iba pareciendo peligrosamente a un congreso de blogueros más que a una modesta reunión de diletantes de la pluma.
Sí, habíamos constituido una tertulia de blogueros, o sea, de escribidores de blogs, que son esas páginas en las que muchos amantes de la creación artística volcamos nuestro mundo interior por puro entretenimiento. Así pues, éramos blogueros literatos (o al revés) con muchas ganas de charlar animadamente, de discutir y, sobre todo, de reírnos hasta de nosotros mismos.
Hay quien piensa que las nuevas tecnologías favorecen un aislamiento insano del individuo. En parte es cierto. Pero también puede la tecnología propiciar encuentros cara a cara muy enriquecedores. Nuestra tertulia es ejemplo de ello.
¿Tiene sentido una tertulia literaria en el mundo actual? Si consideramos que una tertulia es aquella reunión en la que se puede hablar de lo divino y de lo humano con un propósito de enriquecimiento y entretenimiento, dando lugar a interesantes debates en los que uno termina aprendiendo más de uno mismo, del mundo y de los demás para mejorarse, la respuesta es SÍ. Pero es éste un sí con matices. ¿Cuáles pueden ser esos matices?:
-Hoy no tenemos tiempo para nada.
-Hay uno en la tertulia al que no aguanto.
-Ese día juega mi equipo la Copa Tal.
-Mis hijos van a un cumpleaños, etcétera.
Y luego resulta que después de los compromisos de turno, el que ha empleado alguna de dichas excusas se traga dos horas de debate televisivo en el que los protagonistas son famosillos de turno que no han leído un libro en su vida.
Quizás el éxito de nuestra tertulia sea que sabemos escuchar, virtud muy importante para aprender, pues antes que hablar para soltar lo que uno ya sabe hay que pararse a saber qué es lo que los demás tienen que decir.
Hace unos meses, concretamente en la tertulia del mes de marzo último, decidimos los mercuriales –por iniciativa de Javier Sánchez Menéndez- darnos a conocer públicamente con la entrega de unos premios anuales, los Mercuriales de Plata, que nacen con el propósito de valorar la labor artística de personas de reconocido magisterio en su disciplina. En dicha reunión del 17 de marzo, tras las votaciones resultaron premiados, ex-aequo, Antonio García Barbeito y José Antonio Morante de La Puebla. Barbeito y Morante, maestros en sus artes, uno del arte de comunicar y otro del arte de torear. Celebramos hoy, pues, la entrega de dichos premios.

Foto de Ramón Simón
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Presentación de Antonio García Barbeito por Juan Antonio González Romano

Antes de esbozar unas palabras sobre nuestro primer galardonado, quería comenzar agradeciéndole enormemente su disponibilidad total con los Mercuriales. Desde que nos pusimos en contacto con Antonio García Barbeito hasta hoy, todo han sido facilidades. Y mira que lo hemos mareado con fechas. La de hoy me temo que te ha imposibilitado cumplir con tu deseo de venir con la montera de Curro Romero, pero Mario Vargas Llosa se te ha adelantado, y no ha llegado a tiempo de Estocolmo para dejártela para el acto de hoy.
Por tanto, vaya nuestro agradecimiento por delante.
Cuando me disponía a comenzar mi primer trabajo retribuido, en la provincia de Málaga (lejos de la casa de mi pueblo, Montellano, y de Sevilla -casi en el extranjero, como diría el añorado Garmendia-), mi tío Antonio, el Titi, me dio un consejo que siempre le agradeceré: allá donde vayas, di que eres sevillano y de pueblo. Con estos dos títulos tendrás mucho ganado.
No sé si a Antonio García Barbeito alguien le dio alguna vez un consejo similar, pero el caso es que es la mejor manifestación de la razón que tenía mi tío cuando me dijo aquellas palabras.
Antonio nació en Aznalcázar, el mismo año que lo hicieran Camarón de la Isla, Javier Salvago, Ana Rossetti o Luis Alberto de Cuenca. No fue mala cosecha la del 50, sin duda. A la misma quinta pertenece también Héctor Horacio Scotta, el Gringo Scotta, que a buen seguro hizo disfrutar de buenas tardes de sevillismo a nuestro homenajeado.
La infancia de Antonio transcurre en el campo. Abandona la escuela a los 14 años, como Miguel Hernández, para comenzar a trabajar en el campo -como el oriolano- a jornal, colaborando con su familia en labores de siembra y recolección (labores en las que ya había ayudado previamente a su padre durante las vacaciones y los fines de semana). A los diecisiete años se traslada a Gines, para trabajar en la Almazara de El Molino (Hacienda el Santo Ángel), actividad que complementa con el desempeño de diversos oficios: albañil, vendedor de aceite por las calles, camarero... En 1972 comienza su trabajo como oficinista de la Caja Rural, de donde pasa a otras entidades bancarias. A partir de noviembre de 1989 se incorpora a la oficina de prensa de la Radio Televisión Andaluza (RTVA) a las órdenes de Juan Luis Manfredi; desde entonces hasta hoy se dedica ya al periodismo y la escritura. Una labor periodística que comenzó allá por 1979 colaborando con el programa Cruz de guía de Radio Sevilla (Cadena Ser). De allí a Antena 3 Radio, la COPE, (donde se forjó su periodismo en las fraguas de Herreras y Herreros: Carlos Herrera, Antonio Herrero o Luis Herrero fueron sus jefes) u Onda Cero, donde sigue en la actualidad con una reflexión diaria en torno a las 9:30 de la mañana. La de ayer, precisamente, hablaba del campo, siempre su campo, maltratado así en la sequía como en la lluvia.
En cuanto a la prensa escrita, ha colaborado con El Correo de Andalucía, El Mundo, La Razón y ABC de Sevilla, donde trabaja desde 2007 hasta nuestros días con su columna diaria. También lleva uno de los blogs de la casa, “La tribu”. Es autor de cuentos, poemas, libros de viaje... Como periodista, ha escrito desde crónicas de flamenco a taurinas: un auténtico todoterreno. Y ha pregonado la semana santa, el fútbol o los toros.
Como sevillista (perdonen mis amigos del equipo equivocado), fue el pregonero del centenario de la entidad, con un discurso memorable, como aquellas alineaciones de sus años mozos que aprendió de memoria: Mut, Santín, Campanal, Valero, Ruiz Sosa, Achúcarro, Agüero, Diéguez, Antoniet, Pereda y Zsalay. Qué difícil es escribir versos de fútbol, maestro, y qué bien ganaste aquel partido.
Pero para versos, sin duda, los que nos regaló Antonio G.B el día de su pregón de la Semana Santa de Sevilla. Conste que, cuando los Mercuriales decidimos otorgarte esta distinción, el pregón aún no había sido pronunciado. Alguien pensará que lo nuestro fue una apuesta a ciegas, pero no: fue una apuesta sobre seguro: tal era el convencimiento de lo que aquel pregón nos podría deparar.
Porque si difícil es escribir versos de fútbol, más difícil es hacer un pregón de Semana Santa en Sevilla que no acuda ni a uno sólo de los tópicos (de contenido, pero también de rimas) que ya se han hecho insoport... perdón, imprescindibles, a juzgar de muchos, en el género sevillano por antonomasia. Y he aquí que nos regalaste tu pregón, el pregón de la duda, el del sevillano de a pie. Y qué valiente, maestro, al torear en aquel pregón por sonetos, evitando las rimas de siempre (¿qué se hicieron de aquellas terminaciones en “ena”, “anza”, “er”. ) o, cuándo se ha visto otra, versificando por alejandrinos blancos, para hablar de Dios y el campo, de tu Dios y tu campo: “yo he visto a Dios llorando por esos olivares….” Desde el “Parece que es la hora y no es la hora” hasta el “He dicho”, nos dejaste encantados, Antonio.
Hay que ser muy valiente y muy poeta -muy torero, en suma- para recitar en un pregón sonetos como éste:

Ni tú eres Dios ni yo soy el Diablo.
Somos hermanos en la misma Obra.
(Yo te mendigo Dios, si es que te sobra;
lo precisa el amor con que te hablo.)
No vengas a clavarme tu venablo
para aumentar mi duda y mi zozobra;
que Dios paga en Amor, y Dios no cobra
más que en Amor, amigo. Busca a Pablo.
El Dios que anda por mí, el Dios que digo
es un Dios de perdón, no de castigo;
y acaricia mi duda y no se espanta
de mis debilidades. No se aflige:
si ve que me equivoco, me corrige,
y si ve que me caigo, me levanta.

Cuando Javier Sánchez Menéndez le comunicó a Antonio García Barbeito que le habíamos concedido este premio Mercurial de Plata, él contestó: “¿A mí? ¿Pero yo qué he hecho?”. Has hecho poemas como este, Antonio.
Tras el Pregón, entre los más felices nos hallábamos los Mercuriales, que esperábamos mucha calidad en tu pregón y encontramos aún más calidad. Este es nuestro Barbeito, nuestro Mercurial de Plata.
Por todo ello, por tu amor al pueblo y al campo, por tu tesón, por tu valentía y por saber transformar en palabras todo ello, te entregamos hoy nuestro primer premio Mercurial de Plata.

Muchas gracias, Antonio.


Fotos de Ramón Simón
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Presentación de José Antonio Morante de La Puebla, por José María Jurado

Salve, Morante

Salve, Morante, yo te saludo como se saluda a los césares porque en un anfiteatro de las Galias has reclamado este año el trono del toreo eterno, sentado en aquella sillita de enea, cima de la gracia y del embrujo, donde antes se sentara Rafael el Gallo.
Salve Morante, morituri te salutant, los que vamos a morir te saludamos, nada quedará de nuestros afanes, el fuego devorador abrasará nuestras palabras y el viento del tiempo aventará nuestras cenizas, solo somos hombres, estelas en la mar, sombras de arena incapaces de luchar contra el cronómetro con sus pequeñas palabras, pero tú, José Antonio, has parado los relojes, has abolido el tiempo. Ocupas un lugar entre los escogidos.
¿Qué diríamos, humildes escribidores, si viéramos aparecer ahora entre nosotros a Homero, a Dante o a Virgilio con toda su majestad, con toda su grandeza? La admiración nos paralizaría. Pues no es menor hoy mi terror sagrado al hablar de ti, frente a ti, Morante de la Puebla.
Para Leonardo la pintura era una cosa mentale, tú sabes bien que el toreo está en la cabeza, como lo está en la memoria de los aficionados. Mientras exista el mundo, existirá el toreo, mientras exista el toreo, cosa mentale, perdurará Morante.
Nosotros moriremos, José Antonio, pero tú no y por eso los que vamos a morir te saludamos, porque te hemos visto caminar una tarde de abril con la vida echada sobre el capote hacia el negro chiquero ancho de la Plaza de Sevilla, que como todos los chiqueros de todas las plazas de toros del mundo comunica con el Hades, el Infierno al que sólo bajan los elegidos, y te hemos visto salir resucitado entre las orquídeas fucsias con que cada mayo enciendes la Plaza de Las Ventas, igual que hace Ceres cuando visita a su hija Perséfone y llena las praderas de gencianas rosas y mimosas amarillas donde se duerme el toro de la primavera.
No nacen mis palabras, casi sacrílegas, José Antonio, sólo de una admiración rendida, de aficionado que te sigue por las plazas y que se extasía con tu arte, que también, ¿se me nota demasiado? Yo me vuelvo loco cada vez que haces el paseíllo. Sino de la realidad contrastada de que no ha habido en la historia del toreo más allá de diez figuras que hayan dejado el rastro luminoso del cometa y tú eres una de ellas, José Antonio, tocado por la gracia, elegido de los dioses.
Recibir este don es una carga pesada y supone una responsabilidad tremenda, al Morante que quedará de perfil en la historia, como los reyes y los emperadores en las monedas, se superpone el Morante real de carne y hueso, el que debe soportar sobre su capa y su muleta el fuego del duende y el místico arrebato del valor.
Hoy celebramos al hombre y al torero, pero late en esta sala la memoria sagrada de los héroes. Entender esto es muy difícil, pienso que debe ser muy complejo para ti asumir tu forma humana, pero tú eres un hombre recto, humilde, inteligente, lo hemos visto en la plaza que es donde se ve a los hombres. Hace poco en una entrevista te preguntaban si el toreo era arte, no te limitaste a un “sí”, dijiste “sí, cuando se manifiesta en su plenitud”. Esto es más profundo de lo que parece, en estos días de acoso y derribo de la fiesta, tú señalas el camino de la excelencia y la liturgia, el lugar del rito y la belleza. La perfección. Porque el toreo puede ser muchas cosas, una danza, un combate, un juego, pero determinados seres elegidos con determinados toros elegidos, se unen para construir, en un tiempo que se sale del tiempo, en un presente perpetuo, el más bello poema, hecho de luz, de sangre, de color, de muerte y vida.
Quiero cimentar mis palabras con una breve teoría sobre tu arte, nuestra admiración irracional no nace solo de una fe incondicional, nace del conocimiento de la fiesta, de todas las tardes, de todas las plazas por las que te hemos seguido.
La tauromaquia moderna, antes de la verticalidad manoletina -con sus estragos y sus aciertos técnicos- nace con Joselito, Belmonte y Rafael el Gallo cuando se produce, además, la vinculación del toreo con las artes y la filosofía en la edad de platino de la cultura española.
Pienso que Morante es un océano donde confluyen estos tres ríos: su concepto del toreo participa de la naturaleza agónica de Juan Belmonte, con el que comparte seriedades y ensimismamientos, lo hemos visto en su lucha trágica contra el infierno arrodillado de la puerta de toriles una tarde de abril en Sevilla o en la corrida de la Beneficencia de Madrid en la que vio pasar uno tras otro, hasta el último y glorioso, la camada completa de los toros de Gerión que combatiera Hércules. Y sin embargo, en ambos casos se nos apareció finalmente transverberado en Joselito: en aquella tarde histórica de Sevilla recibió al toro con unas verónicas de mano tan baja que parecían derechazos poderosos, instrumentados por la inmensa sabiduría de José que siempre está en el conocimiento de su muleta.
Recuerdo que la tarde de la Beneficencia vimos a Morante, querido Antonio Barbeito, como al Cristo de la Piedad del Baratillo entre sus banderilleros, así de roto iba hacia el trasmundo y reluciente salió para dar valor artístico al misterio de vivir con la muerte y la muleta en la mano. Cual Joselito en su gloria.
Morante, como esa tarde, es además el banderillero más puro, su poder en las banderillas es el de Joselito porque hace la suerte clásica y sale andando de la cara del toro, pero cuando ejecuta el par al quiebro -de sabor tan antiguo- sólo podría ser de Rafael el Gallo, el divino calvo que invento tres cuartas partes de las suertes modernas con la gracia suprema de Andalucía..
José Antonio Morante de la Puebla: la Santísima Trinidad del Toreo, transfigurado en Madrid y Sevilla.
Cuando veo fumarse un habano a Morante, sueño que es un torero de ultramar, por ejemplo en la tarde de miel y oro del último Domingo de Resurrección: miles de palomas torcaces pidieron el laurel para el torero que, como un orfebre mágico, había labrado, muy despacito, en su pequeño taller de albero y gracia, una pieza lenta para el recuerdo, una suave guajira mecida en la muleta con el duende barroco de una bambalina bordada por Rodríguez Ojeda. Todo lo hizo bien, todo pausado, como en un telar. Y en ese misterioso compás, y en esa exacta cadencia y en el eterno desplante capaz de adormecer el tiempo se veían viejos galeones y toreros antiguos y músicas extrañas y flores remotas. Porque así, frente a las dóciles astas de una muerte dormida se revelaba, otra vez -Resurrección- el fondo del dilema: ¿Se puede prohibir la belleza?

Fotografía de Ramón Simón
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sábado, 11 de diciembre de 2010

Entrega de los Mercuriales de plata

El próximo sábado, 11 de diciembre de 2010, la tertulia "Los Mercuriales" hará entrega de los Premios Mercuriales de Plata a Antonio García Barbeito y José Antonio Morante de La Puebla.
El acto se celebrará a las 21:30 en el hotel de Las casas del rey de Baeza, de Sevilla.
La presentación del acto será realizada por el fundador y mantenedor de la Tertulia, José Manuel Gómez Fernández, con la colaboración de José María Jurado y Juan Antonio González Romano.

José Luis Montoya, en el ABC de Sevilla, se refiere a este acto.
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