domingo, 12 de junio de 2011

Presentación de Álogos: Julio Ariza y Alejandro Muñoz


El pasado jueves, a las ocho de la tarde, tuvo lugar un memorable acontecimiento para nuestra tertulia, pues dos de sus eximios miembros, Julio Ariza y Alejandro Muñoz, tuvieron el honor de presentar sus criaturas: sendos libros de la colección Álogos, dirigida por el intrépido editor Javier Sánchez Menéndez, de Isla de Siltolá, al que nunca bastarán palabras para agradecer lo que está haciendo por la literatura en general, y por la causa hidrargírica en particular. Se trata de una recopilación de entradas de sus blogs, donde, usando una expresión ya muy manida, el blog “da el salto” al papel, lo que empeora ostensiblemente sus posibilidades gráficas, audiovisuales e interactivas, pero a cambio consigue que los que aún no han comprado un reader puedan leer cómodamente en el obsoleto formato celulítico.

El acto tuvo lugar en el colegio Portaceli de Sevilla, donde ambos escritores dan lecciones magistrales (prohibidas por la LOGSE y por la LOE), uno de ciencias y el otro de letras. Alejandro es, además, antiguo alumno del colegio, donde coincidió hace 27 años con quien esto suscribe, y hasta hoy, compartiendo dichas y esquivando desdichas. El poder de convocatoria de los ponentes quedó demostrado con una asistencia de más de cien personas. Daba gusto ver ese amplio salón de actos lleno con ocasión de un evento cultural. Como muy bien dijo Julio, los centros de enseñanza tienen algo olvidada la proyección cultural de los docentes que trabajan en ellos, y este acto demostró que cuando se hacen las cosas bien, y hay calidad en las obras presentadas, el público responde.

Abrió el acto Javier, que agradeció al colegio Portaceli su colaboración, y recordó con emoción la huella que le dejaron dos grandes maestros de su infancia, uno de ellos de la localidad de Cortegana. Javier hizo hincapié en la calidad humana de los dos autores: “lo primero que salta a la vista al conocerles, es que son buenas personas”. Y lo son, de la cabeza a los pies, lo puedo atestiguar. También ensalzó su calidad y dedicación como docentes, ya hubiéramos querido todos tener profesores como ellos. A continuación fue el turno de otro eximio, perdón por la redundancia, tertuliano: Juan Antonio González Romano, que siempre se llevará todos los premios del mundo. Con una voz bien impostada de bajo-barítono, recordando también sus tiempos de antiguo alumno en el coro del colegio, hizo gala del oficio que ya ha adquirido en estos bolos literarios, en esta ocasión con un plus de emoción, pues Julio es su amigo del alma, su hermano, como lo es Alejandro de uno (de mí, quiero decir). Además de glosar la calidad literaria de ambos escritores, Juan Antonio echó mano de varias citas para adornar su intervención, especialmente la conocida máxima de Baltasar Gracián: “Lo bueno, si breve, dos veces bueno”, que sobrevoló toda la noche el ambiente que respirábamos, y el antiguo lema greco-latino “non multa, sed multum”, aunque en este caso hubo multa, multum y el resto de declinaciones juntas.
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Cara de Alejandro cuando oyó nombrar a Gracián

Y llegó el turno de los protagonistas. Habló en primer lugar Alejandro. No hay espacio en mi disco duro para transcribir sus emotivas palabras; lo cierto es que hizo como si Gracián no hubiera pronunciado jamás frase alguna. Empezó dubitativo, con bastantes nervios, pero poco a poco fue templándose, y cuando llevaba un cuarto de hora de intervención se encontraba francamente a gusto, y no parecía muy dispuesto a soltar el micrófono. A nadie se le había ocurrido prever que se emitieran por megafonía los tres avisos preceptivos, así que no sólo el toro salió vivo del lance, sino que no hubo cabestros capaces de sacarlo de la plaza, y el animal se paseaba ufano por el ruedo asomando la gaita por los burladeros con expresión desafiante. Obviando estos “problemillas” con el reloj, la intervención de Alejandro fue emotiva a más no poder. Tuvo palabras para todos, y puso de relieve la vocación intimista de su cuaderno, escrito con elegancia y un fino sentido del humor. El prólogo, suscrito por uno (yo) refleja fielmente su faceta de escritor, por mucho que él, con una sincera modestia, considere que recoge alabanzas exageradas. Todos reímos con su escenificada salida del armario literario, y de hecho entre el público se encontraban muchos amigos y compañeros que hasta hacía unos días no sabían de su faceta de escritor. Relató anécdotas y vivencias relacionadas con su blog, como los malentendidos surgidos a raíz de un alter ego sueco creado recientemente, y que desgraciadamente no ha tenido cabida en esta antología, hasta el punto de que hubo quien creyó a pies juntillas que se dedicaba a jugar a la petanca en Estocolmo con Mario Vargas Llosa. Llegó a recibir un correo electrónico del biógrafo francés del torero Morante de la Puebla, que, tras aclararse el malentendido, le obsequió con su obra Morantissime y quedaron emplazados para verse en la Feria de Sevilla. También leyó dos entradas (iban a ser más, pero en ese momento su compañero Julio, que estaba mirando el reloj, le dio un discreto puntapié en la rabadilla por debajo de la mesa). Una de ellas, el magnífico relato basado en el Caballero de la Triste Figura, es especialmente brillante, y demuestra su dominio del género.




El eximio mercurial y poeta José María Jurado, arrobado ante las intervenciones de sus colegas.

Durante tres cuartos de hora el otro autor, Julio Ariza, demostró una paciencia infinita, y agotó todas las posibles permutaciones de posturas de codos, cara, dedos y manos, en unas poses que harían las delicias de los fotógrafos de las solapas de los libros. Cuando ya daba por perdida la tarde, Alejandro le pasó el micrófono. Su actuación fue simpatiquísima, a la par que interesante. También tuvo palabras para una antigua maestra, y evocó sus primeros escritos de niño y su tormentosa relación con la escritura, fruto de golpes de ingenio y con algunos altibajos, destrucción de originales incluida. Nos hizo reír a todos cuando confesó que no se había preparado la intervención pero sí que había hecho una lista de los puntos a tratar. El segundo de ellos, “cuánta gente”, no podía ser más oportuno: se habían acercado a oírle familiares, amigos, compañeros, conocidos, los esclarecidos varones Mercuriales (la varonesa tuvo que quedarse en Madrid), que dan lustre a cualquier reunión, tal es ya su fama imperecedera, y mucha más gente que estuvo allí arropándole. Se le veía a gusto, en su salsa, con una satisfacción lógica tanto por el trabajo realizado en el libro como por el cariño recibido. El blog de Julio gira principalmente en torno a la poesía, su gran pasión, con un personalísimo estilo en verso libre lleno de imágenes sorprendentes y que, aunque pueda parecer fruto de la inspiración del momento, tiene detrás un bagaje de conocimientos, técnica y gusto literario que da a sus poemas un sello de calidad indiscutible.




Julio Ariza en plena intervención. Al parecer es una foto "artística". Pregunten a Ramón Simón.

Como no podía ser menos, el acto finalizó con una cerrada ovación por parte del respetable, y no hubo orejas, rabos ni vuelta al ruedo porque estábamos en un colegio de jesuitas, no en una plaza de toros. Sería muy conveniente que la próxima presentación tuviera lugar en el ruedo maestrante, y seguro que no faltarían capitalistas para sacar en hombros a los ponentes, a pesar de la crisis. Tiempo hubo para las firmas, y aquí tampoco rigió para Alejandro la máxima gracianesca. Un servidor se encontraba ya sentado degustando cruzcampos en el lugar elegido para celebrar con los amigos y le llegaban preocupantes noticias de la sala, que no terminaba de cerrar. El “tercer tiempo” fue, como cabía esperar, agradabilísimo y amenísimo, como diría Clarín (ustedes me perdonarán, me han dicho que tengo que introducir referencia literarias si quiero pasar por buen escritor). Aun con algunas ausencias, todas justificadas, la plana mercurial tuvo una nutrida presencia. El inefable Ramón Simón, de quien son todas las imágenes que aparecen en la crónica, volvió a pasear el objetivo de su cámara cada vez más certera (no se pierdan su exposición "Las miradas del amor") por las inmediaciones de todo lo que olía a mercurio, y muchos de los integrantes de la secta acudieron con sus esposas, todas bellísimas, elegantísimas, simpatiquísimas y muchos más “ísimas”, incluida la esposa de uno. Aunque lo parezca, no es peloteo. Eso sí, las damas que estaban más guapas eran las titulares del corazón de los mercuriales protagonistas de la velada.



The eminent Mercurial Mr. Fernando Moral shows us his best profile


Justo ahora me acabo de acordar de algo que dijo Gracián una vez, así que voy cerrando la crónica, que ya tendrán ustedes sueño. La noche era magnífica, el olor de los jazmines y las madreselvas flotaba entre las conversaciones, los escapes de los coches que pasaban por la avenida de Eduardo Dato ponían el humo que se llevó la ley antitabaco. Los amigos que se reencontraron después de tanto tiempo fueron despidiéndose, los esposos fueron saliendo cogidos de la mano, cada mochuelo fue volviendo a su olivo, y seguramente hubo dos mochuelos, uno más alto y otro más bajo, algo espeluchaos, pero jirochos, a los que costó trabajo conciliar el sueño después de tantas emociones juntas.

martes, 7 de junio de 2011

Las miradas del amor. Presentación de la exposición fotográfica de Ramón Simón

El viernes 3 de junio, a las 20:00, se inauguró la exposición fotográfica Las miradas del amor del mercurial Ramón Simón, en la Casa del libro de Sevilla, cuya sala de presentaciones estaba prácticamente llena. Entre los asistentes, además de la familia del protagonista (sus hijas, su madre y Carmela, su prometida), el pintor Paco Broca; el catedrático de Literatura de la Hsipalense, don Rogelio Reyes; la exteniente de alcalde del ayuntamiento de Sevilla, María del Mar Calderón; su marido, el ilustre abogado José Murciano; los poetas Víctor Jiménez, Jesús Tortajada, Enrique Barrero y una nutrtida representación de la tertulia Los Mercuriales, con sus respectivas mujeres en la mayoría de los casos.
Vista de la sala, con el pintor Paco Broca y Rogelo Reyes entre los presentes
El acto fue presentado por el también mercurial Julio Ariza, que puso de manifiesto las virtudes del poeta fotógrafo, tanto profesionales como personales. Sus palabras fueron divertidas y emotivas a partes iguales y especialmente brillante fue el cierre de su presentación, con una paráfrasis del "Autorretrato" de Pablo Neruda dirigida a Ramón.
Julio y Ramón: las miradas del amor
A continuación tomó la palabra Ramón Simón para explicar su proceso de creación (artística, en general) y definir qué entendía por "miradas de amor", con una serie de ejemplos referidos a varios de los allí presentes (especialemente emocionantes fueron las palabras dedicadas a su prometida, Carmela, o a sus hijas). Ramón estaba a gusto, lo cual hizo que su locuacidad connatural aumentase. Contribuyó, asimismo, a crear un ambiente familiar y distendido, aunque no por ello desprovisto de profundidad, antes al contrario.
Ramón Simón, el locuaz
Tras las palabras del protagonista de la noche, el turno fue para los Mercuriales allí presentes (echamos en falta a José Miguel Ridao, que excusó convenientemente su presencia). Cada uno fue leyendo el texto que había compuesto para acompañar las distintas fotos de Ramón, expuestas en la Casa del Libro.
De arriba abajo y de derecha a izquierda, los Mercuriales José María Jurado, Jesús Cotta, Juan Antonio González, José Manuel Gómez, Fernando Moral, Alejandro Muñoz y Alonso Coca, en sus respectivas intervenciones
A continuación fue el turno del poeta sevillano Víctor Jiménez, que se sumó al acto con la lectura de un poema dedicado a la Semana Santa en su barrio, San Bernardo.
Víctor Jiménez
Nuevas lecturas de Ramón (un poema y un relato que también acompañan a la exposición) cerraron brillantemente la primera parte de la velada.

Ramón Simón, transido de amor
Tras el cierre de la presentación, muchos de los allí presentes continuamos la jornada, fieles a nuestra particular costumbre, en la bodega Barbiana, donde dimos cuenta de no pocas cervezas y de algunos manjares dignos de los mejores elogios.
En el Barbiana, en una tarde-noche espléndida
El buen ambiente siguió siendo la nota dominante el resto de la noche y las conversaciones -no podía ser de otro modo- iban pasando de lo más liviano a lo más trascendente, sin solución de continuidad. 
Terminado el turno de comidas, aún quedaba tiempo para la penúltima copa, en la azotea de un céntrico hotel sevillano, con unas vistas espectaculares ya a la medianoche.
Vista de la catedral desde el hotel Vinci La Rábida
 Allí cayó la última infusión combinada, en un ambiente más que bucólico, en el que no faltaron dos espontáneas que por allí rondaban celebrando sus respectivas despedidas de soltera, sin miedo ni vergüenza, a tenor de sus curiosos atuendos. 
Los mercuriales más persistentes, al filo de la medianoche
Tras la copa, la Plaza Nueva fue el lugar de la despedida, cada uno rumbo a sus casas. Hubo algún que otro intento de prolongar aún una copa más, pero no llegó a fructificar. También fue el momento de las últimas bromas, Juanito, tú adónde vas, Yo a mí casa, "Po" llévate esta...
También la Giralda, ahora más cerca, estaba allí. Y también sonreía.

Fotografías de Fernando Moral
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miércoles, 1 de junio de 2011

Mortadelo, Rilke, Filemón: Acta de la tertulia del 26 de mayo de 2011

La noche del 26 de mayo de 2011, calurosa y afable, contempló la llegada a las puertas del Fogón de Leña, dos meses más tarde, de los miembros de la tertulia Los Mercuriales: Ramón Simón, José Manuel Gómez, Juan Antonio González, Fernando Moral, Alejandro Muñoz, José Miguel Ridao y José María Jurado, a los que se unió como invitado el editor Jaime Galbarro, de Sim libros. Avanzada la noche, como se verá, apareció Jesús Cotta, para completar la nómina de asistentes.
José Miguel Ridao y José María Jurado: confidencias
 Tras los saludos iniciales y las primeras bebidas en las puertas del Fogón, accedimos al reservado habitual, donde comenzamos a comentar las novedades de diversos miembros de la tertulia. Así, José Manuel Gómez, el mantenedor vitalicio, nos informó de la próxima publicación -para este verano- de su primera novela, En busca de la flor de la siempreviva, en la colección Levante de Ediciones de la Isla de Siltolá
José Manuel Gómez, el mantenedor, a punto de publicar
 Mientras Ridao le comentaba a Jaime las prestaciones de su ya mítico e-ridaider, Ramón Simón pasó a anunciar que el viernes 3 de junio, a las 20:00, se inaugurará en la Casa del Libro de Sevilla su exposición fotográfica Las miradas del amor -inspirada en la Semana Santa hispalense- para la que ha contado con la colaboración literaria de diversos contertulios.

Cartel anunciador de la exposición fotográfica de Ramón Simón
 Dado que José María estaba un tanto disperso mientras Ramón hablaba (como se verá, la dispersión fue la nota dominante de la velada: dos meses sin tertulia hicieron aflorar el nerviosismo, los deseos de compartir experiencias o -por qué no- el simple cotorreo), este le conminó a que escuchase. José María le soltó aquello de "Tú vas a poner todo esto en un correo, ¿verdad?", frase que fue expeditivamente respondida -o respuesta- por Ramón Simón, haciendo gala de su consustancial gracejo y comedimiento: "Vete a chuparla", dicen las malas lenguas que le replicó.
A continuación, se anunció la presentación de los dos nuevos títulos de la colección Álogos de Ediciones de la Isla de Siltolá, obra de dos insignes mercuriales (permítase, pese a la inmodestia, la redundancia), Alejandro Muñoz y Julio Ariza. Ambas obras cuentan con prólogos de dos no menos insignes tertulianos, José Miguel Ridao y Juan Antonio González. La presentación tendrá lugar en el colegio Portaceli, el jueves 9 de junio.
Alejandro Muñoz, el discreto, recién salido del armario literario
 Vuelta a la carga, Ramón Simón mostró los carteles anunciadores de su exposición. Fernando Moral se congratuló de que su nombre estuviese correctamente escrito, ya que Ramón es muy dado a, digamos, rimbombarizarlo, llamándole Fernando del Moral. Tras algunos intercambios de pareceres, Fernando acabó diciéndole a Ramón aquello de "a mí me pones como tú quieras", invitación que dio lugar a diversas posibilidades: "mirando para Gelves" o "Mirando para Cuenca" y similares. Tras esto, Ramón repartió su nueva tarjeta de visitas, de artístico diseño, con una suerte de rúbrica alargada y con algunas curvas en uno de sus extremos, lo que llevó a José María a apuntar que "parece una polla", comentario que fue completado por Ridao: "Sí, pero truncada". Incólume ante estas insinuaciones, Ramón anunció la puesta en marcha de su nueva web, que incluye un espacio dedicado a la tertulia mercurial (en la recién estrenada página oficial de Ramón Simón se puede juzgar lo acertado -o no- de los símiles acerca de la firma de Ramón Simón).
Siendo las 22:08 minutos, con media hora de antelación sobre lo anunciado, apareció Jesús Cotta, cuando aún los entremeses (foie, carpaccio de presa ibérica, chacinas variadas) no dejaban ver el fondo de los platos y al tiempo que el maître del restaurante refería las especialidades de la noche para elegir el plato principal. Una de las posibilidades, el garbanzo con cochinillo, fue comentada con inusual pericia por -obvio es decirlo- Ramón Simón, que expuso finamente las consecuencias escatológicas de ingerir tal plato a tales horas; finalmente, la mayoría se decantó por el novillo a la piedra, algunos por la merluza a la cosquera y Cotta, fiel a su amor a los granos ovales, pidió un arroz a la marinera.
Jesús Cotta, el inefable
 A continuación -no me pregunten cómo se llegó a este punto de la conversación: ya digo que la dispersión fue la nota dominante de la tertulia- se comentó por qué ciertos bestsellers son tan voluminosos. Algunas explicaciones resultaron poco científicas ("las mujeres son las que más novelas leen, y a las mujeres le gustan los tochos") y otras más dignas de consideración: Jaime Galbarro comentó cómo una compradora de novelas le había afirmado que propendía a los libros gordos, porque duraban más. La conclusión resultó la esperable: el tamaño importa (algún tertuliano aún siguió apostillando: "así la parienta no se va con el butanero"; "illa, cuándo vas a soltar ya el libro que tengo ganas de..." (Nota del editor: ignoro si la palabra "hincar", con aspiración inicial, es digna de un acta oficial, ni siquiera de esta, por eso la frase queda inconclusa). (Otra nota del editor: los contertulios debatieron también sobre la correcta ortografía del verbo "hincar", si con "h" o con "j". José Manuel propuso la "g", pero Fernando zanjó la polémica optando por la solución juanramoniana).
Fernando Moral, el agudo
 Tras este amplio preámbulo de generalidades, se entró -ya iba siendo hora- en el primer punto fuerte del orden del día (si es que la palabra orden es aplicable a esta tertulia, cosa digna, cuando menos, de un serio cuestionamiento): la concesión del Premio Mercurial de Plata 2011. Tras diversas cuestiones previas acerca de cómo serían las deliberaciones (José María Jurado, muy indignado toda la noche, se opuso a todo lo que no fuera decidido en asamblea). En primer lugar, asambleariamente, se decidió que la entrega se realizaría, de nuevo, en el mes de diciembre (nuestro invitado, Jaime Galbarro, indignado igualmente, votó en blanco). A continuación se decidió cuál sería el premio y, tras varias deliberaciones asamblearias e indignadas, se llegó a la conclusión de que, además de la estatuilla, se le encargaría un grabado a nuestro amigo Pablo Pámpano, propuesta de Alejandro que fue unánimemente aceptada por la asamblea mercurial.
Fue entonces el turno de proponer candidatos. Bien fueran los efectos de las copas ya ingeridas hasta esas alturas de la cena, bien de la relajada indignación, bien del natural de los distintos contertulios, la nómina de candidatos que por allí circuló fue de lo más variopinta. Si mi memoria y mis anotaciones no me follan, se propuso a las siguientes personalidades: María Ostiz, Alfonso Guerra, Nadiuska, Eva Díaz, Rafael de Cózar, Justo (el de la catedral con latas de refrescos), Elena Martín (componente del dúo "Las virtudes"), Fernando Ortiz, Mª Victoria Atencia, Carlos Amigo, Aquilino Duque, Vargas-Llosa, José María Manzanares, Abelardo Linares, Rodríguez Almodóvar, Fernando Arrabal, José María Sicilia (autor del último cartel de la Maestranza de Sevilla; se decidió de que, caso de concederle el premio, iríamos la mitad de cada uno de nosotros),  Jürgen Mayer (diseñador de las Setas de La Encarnación; en este caso se decidió que, de nuevo, caso de ser galardonado, ninguno acudiríamos a la entrega de premios). Aunque sólo fuese por ampliar las visitas al blog, circularon también los nombres de Lucía Lapiedra, Rocco Siffredi y Nacho Vidal.
Lógicamente, el régimen asambleario puro da lugar a estas cosas. Así que se procedió a un turno exigente de criba. Descartados los obvios (es decir, la inmensa mayoría) y otros tal vez menos obvios (pero con motivos que se consideraron más que justificados para que no accediesen a la última fase de las votaciones), quedaron como finalistas Abelardo Linares, Carlos Amigo, Fernando Arrabal y Rafael de Cózar. Vistos los pros y los contras, así como las posibilidades de cada cual para asistir a la entrega del premio (la ausencia de Morante es alargada), se decidió por amplia mayoría conceder el III Mercurial de plata al catedrático de la Hispalense y poeta Rafael de Cózar.
Rafael de Cózar, mercurial de plata in péctore
 Resuelto este punto, se comentaron otros proyectos (el del flashmob literario se pospuso pata la tertulia de junio, no sin que antes Jaime comentase que corríamos el riesgo de ser confundidos con cangrejos pistoleros o perfopoetas). En primer lugar, se decidió que la tertulia final de curso tuviese como tema Eros y se invitó a que cada tertuliano llevase un texto inédito sobre este tema, con especial hincapié hacia nuestro amigo Alonso Coca, que aún  no se ha estrenado como lector en nuestro cenáculo. El tema elegido para final de curso provocó -no podía ser menos- algún comentario ingenioso a Ramón Simón, que llegó a afirmar aquello de  "tengo las tetillas calientes". 
Ramós Simón, el locuaz
 En este punto, nuestra atención se centró (es un decir, insisto, dado lo disperso de la noche) en la confección y publicación de un libro de la tertulia, con las actas del presente curso, con fotografías y con la inclusión de algunos de los textos leídos en cada una de ellas. Jaime Galbarro presentó el presupuesto que se le había encargado previamente y se aprobó el proyecto, que comenzará a ponerse en marcha durante el verano.
Preguntado José María Jurado -adviértase el cambio de tema- sobre sus lecturas infantiles, este comentó que "fueron las de todo el mundo: Mortadelo, Rilke, Filemón". En honor a la verdad, esta frase la pronunció el lunes previo, en la copa posterior al acto de firma de libros de Javier Sánchez Menéndez y el que esto rubrica, pero el ingenio de la frase era tal que le pedí que la repitiese, puesto que es digna de permanecer en la memoria de los mercuriales. Y aquí queda.
José María Jurado, el sorprendente
 Jesús Cotta repartió a continuación ejemplares del cuaderno que el Aula Literaria Jesús Delgado Valhondo dedicó a Joan Margarit, gentileza de Elías Moro que, de una manera u otra, siempre nos acompaña en la tertulia desde la distancia.
Llegados los postres y las infusiones consuetudinarias (ya se sabe: ron, gin y otras hierbas) comenzó el turno de lecturas. José Manuel Gómez se decantó en esta ocasión por unos divertidos textos extraídos de internet.
Manteniendo sonrisas
José Miguel Ridao leyó su último relato, aún en construcción, "La rana muerta", que dio lugar a un interesante debate en torno al símil y la metáfora y sus posibilidades.
José Miguel Ridao, ¡chop!
 Fernando Moral presentó (pese a que el cartucho de su impresora quiso impedírselo) una serie inconclusa de octosílabos blancos, "Maravillas y otros enigmas".
Por mi parte, expliqué la historia del soneto del peregrino de mi apócrifo Benxamín Dopazo y leí el texto original castellano y su traducción al gallego, comentando las particularidades de ambas versiones. Jesús Cotta planteó entonces algunas inquietudes y dudas acerca del ritmo del alejandrino y sobre este aspecto divagamos unos minutos.
Soneto del peregrino, en español y galego
 Jesús Cotta leyó uno de los textos del libro de Margarit y comentó sus impresiones sobre el mismo. Le siguió José María Jurado, que realizó una lectura bilingüe de textos de Dylan Thomas. Nuevas reflexiones en torno a las traducciones ocuparon los minutos siguientes.
Tras algunas nuevas aportaciones sorprendentes (Fernando comentó que el primer eslogan de Coca-Cola en portugués fue obra de un tal Fernando Pessoa: Primeiro estranha-se, depois entranha-se), se debatió acerca del estilo y el valor de determinados escritores: Lorca, Cernuda, Borges.
Jamie Galbarro nos leyó un relato, "He descubierto que hablo yo solo" que fue muy bien recibido por los oyentes y nos dejó una recomendación de su maleta de libros, la novela Los peor del costarricense Fernando Contreras Castro (Norma editorial).
Jaime Galbarro, el invitado
 Nuevas dispersiones llevaron al concepto de "centón", del que prometí llevar un par de ejemplos propios para la próxima tertulia. Y a todo esto, habíamos ya sobrepasado ampliamente la primera hora del nuevo día, por lo que llegó el turno ineludible de pago, recogida y marcha.
La noche cerrada, la calle casi desierta (tiernas muchachas lánguidas, que diría Pedro Salinas, asomaban a lo lejos), los ecos últimos. Abrazos finales, que nunca, entre nosotros, serán los últimos.

Fotografías obra de los Mercuriales Ramón Simón, Alejandro Muñoz, Fernando Moral y Juan Antonio González Romano.