En el Fogón de Leña, a partir de las 20:30 de la noche, comienzan a llegar los Mercuriales, hasta un total de siete: Aurora Pimentel, Julio Ariza, José Manuel Gómez, Jesús Cotta, Alonso Coca, Fernando Moral y el que suscribe. Excusan su asistencia debidamente Toi del Junco, Ramón Simón, José María Jurado y Alejandro Muñoz, además del trabajador nocturno José Miguel Ridao.
La velada, tras los saludos y cervezas iniciales (más cervezas que saludos, que fueron muchos), comienza con el reparto por parte de Julio Ariza de unos ejemplares que le había hecho llegar Javier Menéndez de parte de Elías Moro (dejo aquí unos segundos para que el lector tenga tiempo de entender el galimatías), la Antología del Aula Literaria Jesús Delgado Valhondo, una antología de textos de escritores actuales seleccionados por el propio Elías Moro. una auténtica joya de libro. Gracias, gracias, Elías. Te esperamos por aquí con los brazos abiertos.
A continuación, Aurora obsequia a los Mercuriales allí presentes con unas "frigopoesías", imanes con textos para componer poemas y adherirlos al frigorífico. Un detalle muy simpático que encandiló a los allí presentes.
Tras recordar a los ausentes (especialmente elogiosas fueron las palabras dedicadas a exaltar las entradas del apócrifo sueco de Alejandro Muñoz en su blog), se comenzó comentando el proyecto del Quijote 2.0, en el que ya han participado algunos de los Mercuriales. La obra de Cervantes ocupó los minutos siguientes de la tertulia.
Sin que seamos capaces de determinar el porqué, la conversación derivó hacia el tema de las serranas, extrañamente ausente en reuniones mercuriales previas. De allí se pasó a hablar de tocas, velos, yihabs, alzacuellos y celibato; fue entonces cuando Aurora pronunció la primera perla de la noche, "El sexo está sobrevalorado", axioma que algunos no acabaron de digerir. La misma Aurora continuó y llegó a afirmar que "las revistas femeninas han hecho mucho daño", frase que, esta sí, fue ampliamente aplaudida por el resto de la concurrencia.
Variopintos asuntos fueron sucediéndose: la ley del tabaco, los especímenes que pululan por los centros de adultos un viernes por la noche, la vista cansada (también conocida como presbicia o llamada por Fernando -por aquello de dónde hay que colocar los papeles para poder leerlos- "lectura genital"; Alonso apostilló: "nada más que se ven bultos"). Otra frase memorable fue "Mientras haya inglés no habrá esperanto" (Fernando).
Aurora realizó un encendido elogio de Urueña, así como del vino que nos acompañaba, "Quinta de Tarsus", un Ribera de Duero que hizo las delicias de los comensales. A los postres, la misma Aurora agradeció a los Mercuriales haberle descubierto el vodka caramelizado. El decoro impide dejar constancia del número de chupitos que tomó.
Llegado el turno de lecturas, el que suscribe anunció la inmminente entrada en prensa de su próximo libro, Olvidados inolvidables, en Sim Libros, una preciosa edición a color de la que ya se están corrigiendo galeradas. Leí la historia de Matías Herrador, poeta existencial, inspirada en el padre de Alonso Coca.
José Manuel Gómez leyó unos interesantes poemas de José Marín Morón y Fernando Moral repartió fotocopias del ejemplar de la revista Lola donde Gerardo Diego anuincia el inicio de la preparación del tricentenario de Góngora. También leyó un breve poema de título redundante, según su propio autor, "Queja poética". Para finalizar, por falta de tiempo (los camareros ya vestían ropa de calle), Jesús Cotta leyó un imaginativo anuncio poético para reclamar becarias.
Se acordó que el próximo 26 de noviembre, viernes, se celebrará -al fin- la entrega de los premios Mercuriales de Plata; con carácter previo habrá que realizar una nueva reunión, en este caso de trabajo, para concretar todos los pormenores del acto, con perdón.
Pasada media hora del 26 de octubre, los señores Mercuriales comienzan a recogerse. En sus manos, fotocopias, libros, regalos poéticos. En su corazón, el sentimiento de la amistad compartida.
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La velada, tras los saludos y cervezas iniciales (más cervezas que saludos, que fueron muchos), comienza con el reparto por parte de Julio Ariza de unos ejemplares que le había hecho llegar Javier Menéndez de parte de Elías Moro (dejo aquí unos segundos para que el lector tenga tiempo de entender el galimatías), la Antología del Aula Literaria Jesús Delgado Valhondo, una antología de textos de escritores actuales seleccionados por el propio Elías Moro. una auténtica joya de libro. Gracias, gracias, Elías. Te esperamos por aquí con los brazos abiertos.
A continuación, Aurora obsequia a los Mercuriales allí presentes con unas "frigopoesías", imanes con textos para componer poemas y adherirlos al frigorífico. Un detalle muy simpático que encandiló a los allí presentes.
Tras recordar a los ausentes (especialmente elogiosas fueron las palabras dedicadas a exaltar las entradas del apócrifo sueco de Alejandro Muñoz en su blog), se comenzó comentando el proyecto del Quijote 2.0, en el que ya han participado algunos de los Mercuriales. La obra de Cervantes ocupó los minutos siguientes de la tertulia.
Sin que seamos capaces de determinar el porqué, la conversación derivó hacia el tema de las serranas, extrañamente ausente en reuniones mercuriales previas. De allí se pasó a hablar de tocas, velos, yihabs, alzacuellos y celibato; fue entonces cuando Aurora pronunció la primera perla de la noche, "El sexo está sobrevalorado", axioma que algunos no acabaron de digerir. La misma Aurora continuó y llegó a afirmar que "las revistas femeninas han hecho mucho daño", frase que, esta sí, fue ampliamente aplaudida por el resto de la concurrencia.
Variopintos asuntos fueron sucediéndose: la ley del tabaco, los especímenes que pululan por los centros de adultos un viernes por la noche, la vista cansada (también conocida como presbicia o llamada por Fernando -por aquello de dónde hay que colocar los papeles para poder leerlos- "lectura genital"; Alonso apostilló: "nada más que se ven bultos"). Otra frase memorable fue "Mientras haya inglés no habrá esperanto" (Fernando).
Aurora realizó un encendido elogio de Urueña, así como del vino que nos acompañaba, "Quinta de Tarsus", un Ribera de Duero que hizo las delicias de los comensales. A los postres, la misma Aurora agradeció a los Mercuriales haberle descubierto el vodka caramelizado. El decoro impide dejar constancia del número de chupitos que tomó.
Llegado el turno de lecturas, el que suscribe anunció la inmminente entrada en prensa de su próximo libro, Olvidados inolvidables, en Sim Libros, una preciosa edición a color de la que ya se están corrigiendo galeradas. Leí la historia de Matías Herrador, poeta existencial, inspirada en el padre de Alonso Coca.
José Manuel Gómez leyó unos interesantes poemas de José Marín Morón y Fernando Moral repartió fotocopias del ejemplar de la revista Lola donde Gerardo Diego anuincia el inicio de la preparación del tricentenario de Góngora. También leyó un breve poema de título redundante, según su propio autor, "Queja poética". Para finalizar, por falta de tiempo (los camareros ya vestían ropa de calle), Jesús Cotta leyó un imaginativo anuncio poético para reclamar becarias.
Se acordó que el próximo 26 de noviembre, viernes, se celebrará -al fin- la entrega de los premios Mercuriales de Plata; con carácter previo habrá que realizar una nueva reunión, en este caso de trabajo, para concretar todos los pormenores del acto, con perdón.
Pasada media hora del 26 de octubre, los señores Mercuriales comienzan a recogerse. En sus manos, fotocopias, libros, regalos poéticos. En su corazón, el sentimiento de la amistad compartida.
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