martes, 26 de octubre de 2010

Acta de la Tertulia del 25 de octubre de 2010








En el Fogón de Leña, a partir de las 20:30 de la noche, comienzan a llegar los Mercuriales, hasta un total de siete: Aurora Pimentel, Julio Ariza, José Manuel Gómez, Jesús Cotta, Alonso Coca, Fernando Moral y el que suscribe. Excusan su asistencia debidamente Toi del Junco, Ramón Simón, José María Jurado y Alejandro Muñoz, además del trabajador nocturno José Miguel Ridao.


La velada, tras los saludos y cervezas iniciales (más cervezas que saludos, que fueron muchos), comienza con el reparto por parte de Julio Ariza de unos ejemplares que le había hecho llegar Javier Menéndez de parte de Elías Moro (dejo aquí unos segundos para que el lector tenga tiempo de entender el galimatías), la Antología del Aula Literaria Jesús Delgado Valhondo, una antología de textos de escritores actuales seleccionados por el propio Elías Moro. una auténtica joya de libro. Gracias, gracias, Elías. Te esperamos por aquí con los brazos abiertos.

A continuación, Aurora obsequia a los Mercuriales allí presentes con unas "frigopoesías", imanes con textos para componer poemas y adherirlos al frigorífico. Un detalle muy simpático que encandiló a los allí presentes.

Tras recordar a los ausentes (especialmente elogiosas fueron las palabras dedicadas a exaltar las entradas del apócrifo sueco de Alejandro Muñoz en su blog), se comenzó comentando el proyecto del Quijote 2.0, en el que ya han participado algunos de los Mercuriales. La obra de Cervantes ocupó los minutos siguientes de la tertulia.
Sin que seamos capaces de determinar el porqué, la conversación derivó hacia el tema de las serranas, extrañamente ausente en reuniones mercuriales previas. De allí se pasó a hablar de tocas, velos, yihabs, alzacuellos y celibato; fue entonces cuando Aurora pronunció la primera perla de la noche, "El sexo está sobrevalorado", axioma que algunos no acabaron de digerir. La misma Aurora continuó y llegó a afirmar que "las revistas femeninas han hecho mucho daño", frase que, esta sí, fue ampliamente aplaudida por el resto de la concurrencia.
Variopintos asuntos fueron sucediéndose: la ley del tabaco, los especímenes que pululan por los centros de adultos un viernes por la noche, la vista cansada (también conocida como presbicia o llamada por Fernando -por aquello de dónde hay que colocar los papeles para poder leerlos- "lectura genital"; Alonso apostilló: "nada más que se ven bultos"). Otra frase memorable fue "Mientras haya inglés no habrá esperanto" (Fernando).
Aurora realizó un encendido elogio de Urueña, así como del vino que nos acompañaba, "Quinta de Tarsus", un Ribera de Duero que hizo las delicias de los comensales. A los postres, la misma Aurora agradeció a los Mercuriales haberle descubierto el vodka caramelizado. El decoro impide dejar constancia del número de chupitos que tomó.
Llegado el turno de lecturas, el que suscribe anunció la inmminente entrada en prensa de su próximo libro, Olvidados inolvidables, en Sim Libros, una preciosa edición a color de la que ya se están corrigiendo galeradas. Leí la historia de Matías Herrador, poeta existencial, inspirada en el padre de Alonso Coca.
José Manuel Gómez leyó unos interesantes poemas de José Marín Morón y Fernando Moral repartió fotocopias del ejemplar de la revista Lola donde Gerardo Diego anuincia el inicio de la preparación del tricentenario de Góngora. También leyó un breve poema de título redundante, según su propio autor, "Queja poética". Para finalizar, por falta de tiempo (los camareros ya vestían ropa de calle), Jesús Cotta leyó un imaginativo anuncio poético para reclamar becarias.
Se acordó que el próximo 26 de noviembre, viernes, se celebrará -al fin- la entrega de los premios Mercuriales de Plata; con carácter previo habrá que realizar una nueva reunión, en este caso de trabajo, para concretar todos los pormenores del acto, con perdón.
Pasada media hora del 26 de octubre, los señores Mercuriales comienzan a recogerse. En sus manos, fotocopias, libros, regalos poéticos. En su corazón, el sentimiento de la amistad compartida.
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viernes, 1 de octubre de 2010

Acta de la tertulia del 29 de septiembre

El 29 de septiembre, a partir de las 20:30 de la noche, los señores Mercuriales comienzan a llegar al Fogón de Leña. Por allí aparecen Fernando Moral, José Manuel Gómez, Antonio Rivero Taravillo (que se estrena como contertulio), Alonso Coca, Jesús Cotta, José María Jurado, Alejandro Muñoz y el que suscribe, Juan Antonio González. Excusan su presencia Ramón Simón (por enfermedad familiar), José Miguel Ridao (motivos laborales), Aurora Pimentel (por la realización de un máster en Granada), Toi del Junco y Julio Ariza (por "jodienda bucal", excusa que dio lugar a diversas interpretaciones que, en aras del decoro, no serán publicadas). Al resto de los contertulios que no aparece se les anota la correspondiente falta sin justificar.
La velada es marco propicio para charlar sobre los temas más dispares. Tal vez los más exóticos fueron los momentos dedicados a hablar de los mamporreros electrónicos (alguien alude a la cría en cautividad del lince ibérico, cuyos machos son estimulados con electrodos) o a las desventuras del Potro de Vallecas y su paso por el mundo del porno.
El señor mantenedor, don José Manuel Gómez, propone un reto literario para los Mercuriales. Acordándose de unas palabras del fotógrafo del libro La Sevilla erótica, propone que todos escribamos un texto que comience o finalice con la frase "El mundo me aterra".
Jesús Cotta (cuyo aumento de biceps no fue tan visible como esperábamos) anuncia que el día 2 de octubre, festividad de los Ángeles, dejará de fumar.
Teniendo como contertulio a Antonio Rivero Taravillo, no pudimos menos que dedicar algunos minutos de charla al mundo anglosajón, a los celtas, gaélicos y demás convecinos. Fue en el fragor de la conversación cuando Fernando comentó la etimología británica de las islas Malvinas, o las (con perdón) "Islas de follar", dada la pronunciación británica (las fucklands). Se propuso este nombre como apelativo alternativo de la Isla de Siltolá.
Diversas anécdotas fueron apareciendo por la mesa, al tiempo que los ibéricos, carpaccios y carnes variadas. Así, José María Jurado se refirió a la invitación que don Pedro I el Cruel realizó a uno de sus soldados de confianza. Según costumbre de la época, los varones solían beber del agua donde se habían bañado las damas de la corte. A uno de sus soldados le propuso beber el algua de los Baños de doña María, en el Alcázar, mientras se bañaba la reina. El invitado objetó: "Majestad, no lo haré, vaya a ser que si me gusta la salsa, se me antoje la perdiz".
José Manuel Gómez comentó el que, probablemente, sea el intercambio epistolar más breve de la historia. Tras mandar Víctor Hugo el manuscrito de Los miserables a su editor y no obtener respuesta en varias semanas, le mandó una carta con este texto: "?". El editor le contestó con este otro: "!".
Otras anécdotas protagonizadas por Churchill o Valle-Inclán fueron referidas a continuación. No faltaron las ocurridas a los propios Mercuriales, como cuando Jesús Cotta comentó que Antonio Gala, en una ocasión, le había tocado el hombro mientras hacía pis.
Contrariamente a lo que cabría pensar, dado el historial de los Mercuriales, se habló mucho de literatura. Comentarios acerca de Pedro Sevilla, Eloy Sánchez Rosillo, Rafael Adolfo Téllez, Juan Goytisolo o Pepe Hierro fueron amenizando la noche. También fue un auténtico privilegio escuchar en persona a Antonio Rivero hablar de Cernuda. Fue Antonio, dado un comrpomiso ineludible al día siguiente en la feria Liber de Barcelona, el primero en abandonar la cena, repitiendo las famosas palabras del general MacArthur: "Volveré".
Comenzó entonces el turno de lecturas, si bien cuando todo estaba ya dispuesto, la sombra de Marilyn Monroe nos distrajo unos minutos (y una leve polémica acerca de las preferencias de cada cual entre la Monroe o Grace Kelly). Con todo, el mantenedor fue capaz de concitar la atención de los asistentes al sacar un volumen casi centenario (no huele como un ebook, comentó Fernando) y nos leyó dos artículos de Benavente, de una desacostumbrada lucidez. Al hilo, comentamos cuántas veces un prejuicio nos lleva a despreciar a ciertos autores que merecen un reconocimiento mayor.
Fernando Moral leyó a continuación una carta de James Joyce a su entonces novia Nora, de una crudeza extraordinaria. Se comentó también hasta qué punto es lícito airear la correspondencia íntima de los autores. A continuación, leyó algunos poemas propios.
José María Jurado leyó tres poemas en prosa, dedicados a Yeats, san Gabriel y Carlos Gardel. Nos anunció, asimismo, la inminente presentación de su poemario La memoria frágil en la Casa del libro de Sevilla.
Me tocó el turno y leí tres poemas, uno de los cuales es probable que aparezca próximamente en mi blog, según anuncié allí mismo.
Continuó Jesús Cotta que, en papel reciclado (con apuntes de Griego en el anverso), llevaba una colección de poemas que recitó y fueron comentados, entre sugerencias y, sobre todo, felicitaciones.
Dadas las dificultades de algunos contertulios para conciliar el horario laboral con el mercurial, con vistas a próximas tertulias, se acordó que para esta temporada iremos rotando el día de reunión entre lunes, miércoles y viernes. En esta línea, comenté que el día anterior, en la presentación de la Macedonia de rutas de Taravillo, Antonio Serrano Cueto había manifestado su deseo de asistir desde Cádiz a una cena mercurial. Comoquiera que José Manuel Benítez Ariza había comentado lo mismo tiempo atrás, consideramos que una de las próximas reuniones se hará en viernes para poder contar con ambos, ya que A.S.C afirmó que ambos podrían venir juntos.
Quedó pendiente de determinar el día exacto de la próxima tertulia, que se fijará una vez se cierre la fecha definitiva de la entrega de los Mercuriales de Plata, cuando fructifiquen las gestiones que el señor mantenedor está realizando.
Muchas otras anécdotas podrían referirse, pero el decoro vuelve a imponerse, así que no diremos quién se definió a sí mismo como falómano.
Tras el copago de la cena, los señores Mercuriales fueron despidiéndose, recordando a los ausentes y felicitándose por haber concluido una de las tertulias más literarias que se recuerdan en los últimos tiempos.
Pasaba la medianoche. Era ya 30 de septiembre. La huelga había terminado. Mercurió nos guió de vuelta a casa.
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