domingo, 27 de marzo de 2011

Acta de la tertulia celebrada el 25 de marzo de 2011

Poco antes de las nueve de la noche, Julio Ariza y el que suscribe llegamos al Fogón de Leña, dispuestos a ir recibiendo al resto de los Mercuriales sevillanos y los de adopción, procedentes de Cádiz. El primero en llegar fue Antonio Serrano Cueto, terno oscuro y rostro sonriente: venía andando desde la trianera calle Castilla hasta Nervión, en la espléndida noche de primavera sevillana que nos acogía. Tras él, Antonio Rivero Taravillo, recién llegado de Irlanda, en una nube aún, y muy poco después José Miguel Ridao, acompañado por los dos gaditanos restantes, su tocayo José Miguel Domínguez Leal y José Manuel Benítez Ariza.
Ariza y Ariza
Mientras los Ariza (Julio y José Manuel Benítez) intentaban trazar sus respectivas genealogías en busca de coincidencias,  llegó con su moto Ramón Simón, rompiendo el hielo. Valga como ejemplo el saludo que le hizo a José Manuel Benítez: Te imaginaba más alto
En este primer encuentro, en el que algunos nos veíamos por primera vez en persona, surgieron comentarios acerca de los parecidos razonables: Benítez Ariza y Rivero Taravillo; Ramón Simón y Luis Alberto de Cuenca cuando más joven (Ramón, claro). En fin.
Ya sentados en la mesa, Ramón comenzó su capítulo habitual acerca de los pormenores de su boda. En ello estaba cuando, directamente del trabajo, llegó José María Jurado. Eran ya las 21:35. Hablaba entonces Ramón de que, llegado el turno de infusiones y lecturas, pretendía homenajear a dos poetas sevillanos: su tío García Viñó y Fernando Ortiz, cuyo delicado estado de salud fue comentado durante unos minutos. Antonio Rivero refirió la publicación inminente de una obra de Ortiz y recordó cómo este poeta, poco conocido fuera de Sevilla, fue de los primeros en acoger la influencia en nuestras letras de la poesía de Ezra Pound (baste recordar el título del primer libro de Fernando Ortiz, Personae).
Hacia las 21:45 el Excmo. Sr. Mantenedor vitalicio de la tertulia, José Manuel Gómez Fernández, apareció en el Fogón. Discurría entonces la charla con reflexiones en torno a la polémica entre los términos poeta-poetisa. Antonio Serrano recordaba que el término "poeta" es claramente masculino, por lo que al usarlo para una escritora se produce una clara incorrección. La mayoría comentamos que el término "poetisa" viene cargado de connotaciones negativas, se asocia a lo cursi, y de ahí el desapego de las poetas hacia su uso. Alguien reivindicó, por qué no, el empleo de un término como "poetiso" para, los poetas (incluso se propuso algún ejemplo al azar, como el de Luis Antonio de Villena).
Rivero Taravillo, Domínguez Leal y Benítez Ariza
 A partir de este momento, se establecieron amenas disquisiciones acerca del lenguaje políticamente correcto. José Manuel Benítez recordaba cómo recientemente se ha censurado una edición norteamericana de Las aventuras de Huckleberry Finn, de Mark Twain, a la que se le ha eliminado la palabra "nigger".
Se estaba comentando que los poetas Luis Antonio de Villena y Luis Alberto de Cuenca se negaban a aparecer abreviados como "L.A. de Villena", "L.A.de Cuenca" (a pesar de lo cual, esta abreviatura se había empleado en diversas publicaciones) cuando advertimos que ninguno de los gaditanos allí presentes comía queso, curiosa coincidencia. También fue por aquel entonces cuando se verbalizó por primera vez una idea que andaba rondando en la cabeza de muchos, el de la diferencia entre los camareros que habitualmente nos sirven cuando vamos entre semana, a las camareras que nos atendieron el viernes, especialmente la bautizada como La reina de Saba por alguno de los comensales.
La reina de Saba
Hablando de Antonio Rivero Taravillo, este nos comentó a continuación su semana irlandesa, en especial su comida con la Presidenta de Irlanda, el rey de España y toda la peña (sic). Nuestra innata curiosidad nos llevó a preguntar si en aquella comida hubo algo turbio, como por ejemplo bailarinas exóticas.
Mucho estaba tardando en llegar el brindis oficial de la noche, en honor de los gaditanos; el encargado fue el impar Ramón Simón, que ante el ambiente irlandés que nos rondaba entonces, se autodenominó Raimon Simon & Garfunkel. Coincidencias o no, también en aquellos momentos se escucharon unos encendidos elogios a las almejas que estábamos degustando.
Una anécdota narrada por José Manuel Benítez (una madre china que, al ser acusada de que su hijo había roto un libro de texto y, tras alcararse el malentendido, le dijo abiertamente: "mi niño no ha roto el libro. Que me he quedao con tu cara") dio paso a la sección de política internacional: la invasión silenciosa de los chinos (Taravillo afirmó por entonces que Nosotros, los irlandeses, solo somos cinco millones; Antonio Serrano refirió una frase escuchada a su padre: El día que los chinos abran los ojos nos vamos a enterar). Posteriormente comentamos la situación japonesa, la guerra de Libia o la hipocresía del mundo ¿civilizado? cuando el petróleo entra por medio.
En estas estábamos cuando el mantenedor nos hizo encontrar la ruta y volver a las andadas literarias, tal y como manda la tradición, justo con la llegada de las infusiones (escocesas,caribeñas, jerezanas, etc.). Comenzó con dos citas del libro Dersu Uzala de Vladímir Arséniev; la primera de ellas afirmaba (ya a principios del siglo XX) que a los chinos se los puede encontrar en cualquier parte. La segunda cita, más amplia, refirió una emotiva anécdota de cómo Dersu Uzala dejaba alimentos y cerillas en los lugares que abandonaba, pensando en hipotéticos futuros visitantes, y comparaba esta actitud con la de tierra quemada empleada en muchas ocasiones por los occidentales
Los minutos siguientes fueron de expectación creciente. Antonio Serrano Cueto, que ya desde casi su llegada había estado lanzando insinuaciones sobre lo que ahora referimos, nos introdujo (con perdón) en la lectura de un poema de la jerezana Raquel Lanseros, "Tradición Oral". 
Antonio Serrano leyendo el libro de Raquel Lanseros
Con calculada morosidad, fue intrigando al personal (tal vez fuera ahí cuando Julio Ariza afirmó aquello de nos está poniendo cachondos con la espera). Antes de la lectura, glosó y encomió (del verbo encomiar, por supuesto; si lo hubiese dicho Ramón Simón se podría haber entendido otra cosa) la figura de la escritora y hasta nos enseñó su foto:
Raquel Lanseros
Tras varios minutos de presentación (salpicada de interrupciones constantes, todo hay que decirlo) , nos leyó el poema.
Click en la imagen para ampliar, leer y disfrutar
Tras la justa alabanza del poema, que causó estragos (todo junto; deséchese el calambur), José María Jurado ofreció el contrapunto: Pablo Neruda lo dijo más sutilmente: "Me gustas cuando callas porque estás como ausente".
Continuó el turno de lecturas de textos ajenos. Ramón Simón glosó y leyó poemas de Fernando Ortiz y de su tío (de Ramón) Manuel García Viñó.
Ramón y José Miguel
Los textos propios ocuparon ya, de forma casi ininterrumpida (es un decir, claro) el resto de la velada: comenzó José Manuel Gómez Fernández (que, dicho quede, nos anunció que ya está corrigiendo las pruebas de su primera novela, que se publicará en breve) con tres poemas (pese a confesar su pudor por leer su poesía, ya que él se declara prosista).
José Manuel Gómez
 Antonio Rivero Taravillo fue el siguiente: se sacó el aparato (como puede apreciarse en la imagen) y leyó su poema, "Calle Luis Alberto de Cuenca", que pronto aparecerá publicado.
Antonio Rivero, aparato en mano
Fue el turno siguiente para José Manuel Benítez Ariza. Enfrascado en los últimos años en la escritura de su trilogía de novelas (ya en redacción la tercera entrega), confesó haber escrito poca poesía últimamente. Una excepción fue el rap "Nosotros, los de entonces" (Lola Flores fue la primera rapera, admitió Benítez Ariza); comentó su proceso de composición y la acogida que había tenido entre escolares en algunas lecturas hechas en institutos. Su lectura fue acogida con admiración y ampliamente aplaudida.
José Manuel, leyendo su rap
Dos textos propios de Antonio Serrano fueron los siguientes protagonistas: un poema que confesó aún en fase de revisión, "Ulises" y un microrrelato, "El tiovivo".
Antonio Serrano Cueto
En mi turno, leí dos poemas, un "diurno" y otro dedicado a mis hijas, con un libro de Elías Moro, La tabla del tres, como protagonista de la escena poetizada.
Juan Antonio González Romano y José Manuel Gómez Fernández
José Miguel Domínguez Leal fue el siguiente. Leyó un poema publicado en la revista Cal y canto, insipiado en el Cuarteto para el fin del tiempo de Messiaen; desde la memorable introducción que nos hizo, supo captar nuestra atención y admiración.
Las manos de José Miguel Domínguez sobre su poema

El momento mágico se produjo entonces, al comentar José María Jurado que él había compuesto también un poema en prosa dedicado al mismo motivo, que nos leyó a continuación.

Continuó José Miguel Domínguez Leal con la lectura de un poema inédito, sobre la vida no vivida. A su lectura sucedió un emocionado silencio, que dio lugar a la frase del mantenedor: Hay silencios que son aplausos.
José Mieguel Domínmguez Leal
 Ramón Simón fue el siguiente, y nos leyó tres de sus últimos poemas, inspirados en la Semana Santa de Sevilla a través de vivencias muy personales, siempre con sus padres como trasfondo.
Ramón Simón junto a José Miguel Ridao
 Llegó el turno de José María Jurado, que leyó varios de sus poemas en prosa del libro aún inédito Cuaresma, en prosa endecasilábica.

José Miguel Ridao optó en esta ocasión por leer textos de Alejandro Sawa, cuya figura también glosó.

Antes de finalizar, solicitamos a José Manuel Benítez Ariza que nos leyera un nuevo texto, un romance eneasilábico compuesto en Madrid, mientras preparaba la tercera parte de la trilogía. Confesó que fue escrito durante varias noches; tras visitar diversas páginas webs (algo que se suele hacer en tales momentos por-no aburrirse; aplíquese, ahora sí, el calambur), se dedicaba a la composición de este  poema, tan extenso como emocionante: "Madrid, noviembre" era su título.
José Manuel Benítez Ariza; tras él, la reina de Saba
Pasada la una y media de la madrugada del sábado, nos hicimos la foto de familia y abandonamos el Fogón. Algunos volvimos a casa; los más continuaron la noche por otros derroteros (Antonio Rivero propuso un pub familiar, y para allá que se fueron casi todos. Alguno podrá contar en el turno de comentarios lo que allí sucedió, si lo estima oportuno y confesable.
Quedamos en organizar un nuevo encuentro, esta vez en Cádiz, que esperemos pueda llevarse a término.

Casi cinco horas más habíamos pasado en rodeados de amigos y poesía. La madrugada avanzaba. Como no podía ser de otra forma, la noche seguía siendo cálida.
Foto de familia
 
Fotos realizadas con el aparato de Ramón Simón por Juan Antonio González Romano, el propio Ramón Simón y un camarero del Fogón.

11 comentarios:

  1. Acta espectacular (como siempre). Echamos una buena noche, sí señor. Los gaditanos, turofóbicos y encantadores.

    ResponderEliminar
  2. La turofobia- palabra que he aprendido hoy- es el odio al queso.

    ResponderEliminar
  3. Un acta espléndida, como de costumbe.
    Y un elenco espectacular, talento y humor en estado puro.
    Gracias a ti, ya puedo presumir -siquiera sea poéticamente- de haber estado en la tertulia mercurial.
    Gracias por el poema.
    Echo en falta presencia femenina, pero, bueno, al menos estaban por allí "La reina de Saba" y ese poema de la Lanseros causando, como dices, estragos.
    Os imagino echando un trago para pasar el trago.

    Pdta: "poetiso" le pega bien a L.A. de Villena.

    Un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar
  4. Pues no sé por qué sospecho -desde el resentimiento- que ese tipo de camarera, llámese Reina de Saba o Princesa de EboNy (o Edoni...) apareció exclusivamente para deslumbrar (desde la oscuridad, que tiene más mérito) a los invitados. En otras palabras: LLEVO ACUDIENDO A LA TERTULIA MÁS DE UN AÑO Y NO HE VISTO COSA IGUAL. Se vai a enterá.

    Abrazos y un beso.

    ResponderEliminar
  5. Muchas gracias, amigos Mercuriales, por esa inolvidable velada, y a ti, Juan Antonio, por tu magnífica crónica (que conste en acta).
    Espero que podamos vernos por Cádiz.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  6. Mis aplaudos por el acta, fidedigna crónica de lo ocurrido. Si que apareciera por allí la bellísima Reina de Saba fue en nuestro honor, gracias, Mercuriales. No creo que podamos corresponderos cuando vengáis por Cádiz. Un fuerte abrazo a todos.

    ResponderEliminar
  7. Agradezco saber que mi imperdonable fobia al queso tiene nombre. Excelente acta, Juan Antonio. Un abrazo a todos.

    ResponderEliminar
  8. Os eché de menos. A la siguiente asistiré dos veces.

    ResponderEliminar
  9. Fernando, los del Fogón contratan camareras para los fines de semana; de haberlo sabido antes, ya habríamos actuado en consecuencia...

    Jesús, habrías fumado, fijo. Cuando volvamos, en mayo, te será más difícil recaer.

    Elías: ojalá las poetas fueran más proclives a venir. Por nosotros que no quede, a ver si alguna se anima. Aurora puede dar fe de que no somos peligrosos. No demasiado, vaya.

    Antonio, José Miguel, José Manuel: un placer vuestra compañía. Habrá que repetir, digo yo.

    Julio, ¿de dónde sacas esas palabritas?

    Un abrazo a todos, de nuevo.

    P.S: A ver si alguien cuenta lo sucedido en la copa posterior, si es que se puede contar, claro.

    ResponderEliminar
  10. Gracias, Juan Antonio, por el rigor y el sentido del humor de tu´crónica. Lo de acta se queda pequeño (con perdón).
    Has conseguido ponerme los dientes largos no solo por lo poético sino por el ambiente tan amigable que disfrutasteis,
    Por ciento, me declaro turofóbicos, irlandés y sabista.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  11. No es que tenga quejas de Juan Carlos, que tan amablemente nos atiende entre semana... pero acabo de consultar mi agenda y creo que en los próximos años no podré acudir a ninguna tertulia si no se celebra en fin de semana.

    Y nada tiene que ver en esto la camarera... Nada.

    ResponderEliminar