Antes de esbozar unas palabras sobre nuestro primer galardonado, quería comenzar agradeciéndole enormemente su disponibilidad total con los Mercuriales. Desde que nos pusimos en contacto con Antonio García Barbeito hasta hoy, todo han sido facilidades. Y mira que lo hemos mareado con fechas. La de hoy me temo que te ha imposibilitado cumplir con tu deseo de venir con la montera de Curro Romero, pero Mario Vargas Llosa se te ha adelantado, y no ha llegado a tiempo de Estocolmo para dejártela para el acto de hoy.
Por tanto, vaya nuestro agradecimiento por delante.
Cuando me disponía a comenzar mi primer trabajo retribuido, en la provincia de Málaga (lejos de la casa de mi pueblo, Montellano, y de Sevilla -casi en el extranjero, como diría el añorado Garmendia-), mi tío Antonio, el Titi, me dio un consejo que siempre le agradeceré: allá donde vayas, di que eres sevillano y de pueblo. Con estos dos títulos tendrás mucho ganado.
No sé si a Antonio García Barbeito alguien le dio alguna vez un consejo similar, pero el caso es que es la mejor manifestación de la razón que tenía mi tío cuando me dijo aquellas palabras.
Antonio nació en Aznalcázar, el mismo año que lo hicieran Camarón de la Isla, Javier Salvago, Ana Rossetti o Luis Alberto de Cuenca. No fue mala cosecha la del 50, sin duda. A la misma quinta pertenece también Héctor Horacio Scotta, el Gringo Scotta, que a buen seguro hizo disfrutar de buenas tardes de sevillismo a nuestro homenajeado.
La infancia de Antonio transcurre en el campo. Abandona la escuela a los 14 años, como Miguel Hernández, para comenzar a trabajar en el campo -como el oriolano- a jornal, colaborando con su familia en labores de siembra y recolección (labores en las que ya había ayudado previamente a su padre durante las vacaciones y los fines de semana). A los diecisiete años se traslada a Gines, para trabajar en la Almazara de El Molino (Hacienda el Santo Ángel), actividad que complementa con el desempeño de diversos oficios: albañil, vendedor de aceite por las calles, camarero... En 1972 comienza su trabajo como oficinista de la Caja Rural, de donde pasa a otras entidades bancarias. A partir de noviembre de 1989 se incorpora a la oficina de prensa de la Radio Televisión Andaluza (RTVA) a las órdenes de Juan Luis Manfredi; desde entonces hasta hoy se dedica ya al periodismo y la escritura. Una labor periodística que comenzó allá por 1979 colaborando con el programa Cruz de guía de Radio Sevilla (Cadena Ser). De allí a Antena 3 Radio, la COPE, (donde se forjó su periodismo en las fraguas de Herreras y Herreros: Carlos Herrera, Antonio Herrero o Luis Herrero fueron sus jefes) u Onda Cero, donde sigue en la actualidad con una reflexión diaria en torno a las 9:30 de la mañana. La de ayer, precisamente, hablaba del campo, siempre su campo, maltratado así en la sequía como en la lluvia.
En cuanto a la prensa escrita, ha colaborado con El Correo de Andalucía, El Mundo, La Razón y ABC de Sevilla, donde trabaja desde 2007 hasta nuestros días con su columna diaria. También lleva uno de los blogs de la casa, “La tribu”. Es autor de cuentos, poemas, libros de viaje... Como periodista, ha escrito desde crónicas de flamenco a taurinas: un auténtico todoterreno. Y ha pregonado la semana santa, el fútbol o los toros.
Como sevillista (perdonen mis amigos del equipo equivocado), fue el pregonero del centenario de la entidad, con un discurso memorable, como aquellas alineaciones de sus años mozos que aprendió de memoria: Mut, Santín, Campanal, Valero, Ruiz Sosa, Achúcarro, Agüero, Diéguez, Antoniet, Pereda y Zsalay. Qué difícil es escribir versos de fútbol, maestro, y qué bien ganaste aquel partido.
Pero para versos, sin duda, los que nos regaló Antonio G.B el día de su pregón de la Semana Santa de Sevilla. Conste que, cuando los Mercuriales decidimos otorgarte esta distinción, el pregón aún no había sido pronunciado. Alguien pensará que lo nuestro fue una apuesta a ciegas, pero no: fue una apuesta sobre seguro: tal era el convencimiento de lo que aquel pregón nos podría deparar.
Porque si difícil es escribir versos de fútbol, más difícil es hacer un pregón de Semana Santa en Sevilla que no acuda ni a uno sólo de los tópicos (de contenido, pero también de rimas) que ya se han hecho insoport... perdón, imprescindibles, a juzgar de muchos, en el género sevillano por antonomasia. Y he aquí que nos regalaste tu pregón, el pregón de la duda, el del sevillano de a pie. Y qué valiente, maestro, al torear en aquel pregón por sonetos, evitando las rimas de siempre (¿qué se hicieron de aquellas terminaciones en “ena”, “anza”, “er”. ) o, cuándo se ha visto otra, versificando por alejandrinos blancos, para hablar de Dios y el campo, de tu Dios y tu campo: “yo he visto a Dios llorando por esos olivares….” Desde el “Parece que es la hora y no es la hora” hasta el “He dicho”, nos dejaste encantados, Antonio.
Hay que ser muy valiente y muy poeta -muy torero, en suma- para recitar en un pregón sonetos como éste:
Ni tú eres Dios ni yo soy el Diablo.
Somos hermanos en la misma Obra.
(Yo te mendigo Dios, si es que te sobra;
lo precisa el amor con que te hablo.)
No vengas a clavarme tu venablo
para aumentar mi duda y mi zozobra;
que Dios paga en Amor, y Dios no cobra
más que en Amor, amigo. Busca a Pablo.
El Dios que anda por mí, el Dios que digo
es un Dios de perdón, no de castigo;
y acaricia mi duda y no se espanta
de mis debilidades. No se aflige:
si ve que me equivoco, me corrige,
y si ve que me caigo, me levanta.
Cuando Javier Sánchez Menéndez le comunicó a Antonio García Barbeito que le habíamos concedido este premio Mercurial de Plata, él contestó: “¿A mí? ¿Pero yo qué he hecho?”. Has hecho poemas como este, Antonio.
Tras el Pregón, entre los más felices nos hallábamos los Mercuriales, que esperábamos mucha calidad en tu pregón y encontramos aún más calidad. Este es nuestro Barbeito, nuestro Mercurial de Plata.
Por todo ello, por tu amor al pueblo y al campo, por tu tesón, por tu valentía y por saber transformar en palabras todo ello, te entregamos hoy nuestro primer premio Mercurial de Plata.
Por tanto, vaya nuestro agradecimiento por delante.
Cuando me disponía a comenzar mi primer trabajo retribuido, en la provincia de Málaga (lejos de la casa de mi pueblo, Montellano, y de Sevilla -casi en el extranjero, como diría el añorado Garmendia-), mi tío Antonio, el Titi, me dio un consejo que siempre le agradeceré: allá donde vayas, di que eres sevillano y de pueblo. Con estos dos títulos tendrás mucho ganado.
No sé si a Antonio García Barbeito alguien le dio alguna vez un consejo similar, pero el caso es que es la mejor manifestación de la razón que tenía mi tío cuando me dijo aquellas palabras.
Antonio nació en Aznalcázar, el mismo año que lo hicieran Camarón de la Isla, Javier Salvago, Ana Rossetti o Luis Alberto de Cuenca. No fue mala cosecha la del 50, sin duda. A la misma quinta pertenece también Héctor Horacio Scotta, el Gringo Scotta, que a buen seguro hizo disfrutar de buenas tardes de sevillismo a nuestro homenajeado.
La infancia de Antonio transcurre en el campo. Abandona la escuela a los 14 años, como Miguel Hernández, para comenzar a trabajar en el campo -como el oriolano- a jornal, colaborando con su familia en labores de siembra y recolección (labores en las que ya había ayudado previamente a su padre durante las vacaciones y los fines de semana). A los diecisiete años se traslada a Gines, para trabajar en la Almazara de El Molino (Hacienda el Santo Ángel), actividad que complementa con el desempeño de diversos oficios: albañil, vendedor de aceite por las calles, camarero... En 1972 comienza su trabajo como oficinista de la Caja Rural, de donde pasa a otras entidades bancarias. A partir de noviembre de 1989 se incorpora a la oficina de prensa de la Radio Televisión Andaluza (RTVA) a las órdenes de Juan Luis Manfredi; desde entonces hasta hoy se dedica ya al periodismo y la escritura. Una labor periodística que comenzó allá por 1979 colaborando con el programa Cruz de guía de Radio Sevilla (Cadena Ser). De allí a Antena 3 Radio, la COPE, (donde se forjó su periodismo en las fraguas de Herreras y Herreros: Carlos Herrera, Antonio Herrero o Luis Herrero fueron sus jefes) u Onda Cero, donde sigue en la actualidad con una reflexión diaria en torno a las 9:30 de la mañana. La de ayer, precisamente, hablaba del campo, siempre su campo, maltratado así en la sequía como en la lluvia.
En cuanto a la prensa escrita, ha colaborado con El Correo de Andalucía, El Mundo, La Razón y ABC de Sevilla, donde trabaja desde 2007 hasta nuestros días con su columna diaria. También lleva uno de los blogs de la casa, “La tribu”. Es autor de cuentos, poemas, libros de viaje... Como periodista, ha escrito desde crónicas de flamenco a taurinas: un auténtico todoterreno. Y ha pregonado la semana santa, el fútbol o los toros.
Como sevillista (perdonen mis amigos del equipo equivocado), fue el pregonero del centenario de la entidad, con un discurso memorable, como aquellas alineaciones de sus años mozos que aprendió de memoria: Mut, Santín, Campanal, Valero, Ruiz Sosa, Achúcarro, Agüero, Diéguez, Antoniet, Pereda y Zsalay. Qué difícil es escribir versos de fútbol, maestro, y qué bien ganaste aquel partido.
Pero para versos, sin duda, los que nos regaló Antonio G.B el día de su pregón de la Semana Santa de Sevilla. Conste que, cuando los Mercuriales decidimos otorgarte esta distinción, el pregón aún no había sido pronunciado. Alguien pensará que lo nuestro fue una apuesta a ciegas, pero no: fue una apuesta sobre seguro: tal era el convencimiento de lo que aquel pregón nos podría deparar.
Porque si difícil es escribir versos de fútbol, más difícil es hacer un pregón de Semana Santa en Sevilla que no acuda ni a uno sólo de los tópicos (de contenido, pero también de rimas) que ya se han hecho insoport... perdón, imprescindibles, a juzgar de muchos, en el género sevillano por antonomasia. Y he aquí que nos regalaste tu pregón, el pregón de la duda, el del sevillano de a pie. Y qué valiente, maestro, al torear en aquel pregón por sonetos, evitando las rimas de siempre (¿qué se hicieron de aquellas terminaciones en “ena”, “anza”, “er”. ) o, cuándo se ha visto otra, versificando por alejandrinos blancos, para hablar de Dios y el campo, de tu Dios y tu campo: “yo he visto a Dios llorando por esos olivares….” Desde el “Parece que es la hora y no es la hora” hasta el “He dicho”, nos dejaste encantados, Antonio.
Hay que ser muy valiente y muy poeta -muy torero, en suma- para recitar en un pregón sonetos como éste:
Ni tú eres Dios ni yo soy el Diablo.
Somos hermanos en la misma Obra.
(Yo te mendigo Dios, si es que te sobra;
lo precisa el amor con que te hablo.)
No vengas a clavarme tu venablo
para aumentar mi duda y mi zozobra;
que Dios paga en Amor, y Dios no cobra
más que en Amor, amigo. Busca a Pablo.
El Dios que anda por mí, el Dios que digo
es un Dios de perdón, no de castigo;
y acaricia mi duda y no se espanta
de mis debilidades. No se aflige:
si ve que me equivoco, me corrige,
y si ve que me caigo, me levanta.
Cuando Javier Sánchez Menéndez le comunicó a Antonio García Barbeito que le habíamos concedido este premio Mercurial de Plata, él contestó: “¿A mí? ¿Pero yo qué he hecho?”. Has hecho poemas como este, Antonio.
Tras el Pregón, entre los más felices nos hallábamos los Mercuriales, que esperábamos mucha calidad en tu pregón y encontramos aún más calidad. Este es nuestro Barbeito, nuestro Mercurial de Plata.
Por todo ello, por tu amor al pueblo y al campo, por tu tesón, por tu valentía y por saber transformar en palabras todo ello, te entregamos hoy nuestro primer premio Mercurial de Plata.
Muchas gracias, Antonio.
Fotos de Ramón Simón
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Precioso y sentido. Enhorabuena, Juan Antonio.
ResponderEliminarY eso que estuve presente, pero leído, coño, hasta lloro.
ResponderEliminarbesos mercuriales.
Leído con tranquilidad, entiendo ahora por qué Barbeito se emocionó tanto.
ResponderEliminarMuchísimas gracias a los tres, de corazón. Abrazos mercuriales
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